Benito Moreno Sarmiento, poeta en situación de calle: “La poesía me ha mantenido vivo”
A punto de publicar su cuarto libro y hoy escribiendo el quinto, Benito Moreno Sarmiento se sincera sobre sus devenires. Hoy, a sus casi 66 años, reconoce que las circunstancias lo han tenido al borde del suicidio. Pese a llevar 3 meses en la Residencia de Adultos Mayores Franklin, Benito comprende que aún está en situación de calle. En la siguiente entrevista: una fotografía de su realidad actual como poeta y adulto mayor en calle.

Benito Moreno Sarmiendo en la Biblioteca Nacional. Foto: Manuel Grabuz
Miércoles 24 de julio. Los imponentes edificios de la calle Nueva York, en Santiago Centro, protegen del sol a los transeúntes. Sobre los adoquines del Barrio La Bolsa, un lustrabotas que parece del siglo XX persevera en su oficio. Al tiempo, el aumento del tráfico humano anuncia el horario de almuerzo.
Entre las antiquísimas construcciones del Centro se esconde el patrimonial y mítico Bar Restorán La Unión, refugio nostálgico de artistas e intelectuales de antaño. Ya en el interior, Benito se acomoda en una de las sillas y se prepara para la entrevista. En tanto, los acaloramientos de la mesa contigua, con sus cañas de vino y sus perniles como testigos, ilustran parte de la cultura del lugar que nos acoje.
Luego de generar las confianzas necesarias –entre un menestrón y un arroz con chorizo-, Benito sugiere con entusiasmo caminar hasta la Biblioteca Nacional, la cual se ubica a no más de 10 minutos a pie. Ya instalados en el salón principal se desdibuja la misión del día…
Es que ya no parece tan importante saber por qué llegó a estar en situación de calle, lo importante parece ser, que a pesar de todo, Benito crea, sueña, observa y ante todo se aferra a su dignidad, a su oficio, tal como el lustra botas. ¿Qué pensará de su situación, de la soledad, de la vida y de la muerte? ¿de la proyección de su copioso trabajo?, me pregunto.
Durante el último año, la «jubilación» de 110.000 pesos de Benito solo le permitía costear el alojamiento de 8 o 10 noches al mes, al valor de 8 mil pesos cada una. El resto del mes -según el mismo explica- se lo pasaba en casas de amigos; salas de hospitales; faldeos de cerros y parques varios. La ecuación, sin más, era la siguiente: a más noches alojado, más noches sin nada que comer.
Desde hace tres meses Benito Moreno aloja en la residencia para adultos mayores de la Fundación Gente de la Calle, fue desde allí que se le planteó la idea compartir su testimonio: “A esta altura no tengo ningún rollo con nada. Todo lo que diga aquí usted lo puede publicar; es su problema”, dirá sonriente al finalizar el encuentro, y agregará, “a mí me encanta que usted me entreviste por el hecho de ser poeta”.
Reflexiones sobre la calle y el adulto mayor
¿Se siente castigado por la vida, Don Benito?
Yo no me siento castigado, yo pienso que la vida se la hace uno mismo, yo me forje a mi mismo. Como yo elegí mi camino no tengo que culpar a nadie, y no culpo a nadie, por eso no siento rencor contra nadie. Yo elegí esta vida y no me siento castigado.
¿Y qué opina de su situación actual?
En ese sentido pienso que no es justo que una persona jubilada que ha trabajado toda su vida esté viviendo, digamos, en una casa de albergue. No estoy diciendo que la casa de albergue sea mala, por lo menos tengo un techo y tengo una cama. Pero pienso que no debiera ser la mejor opción. Yo debiera estar mejor, no solamente yo, sino que mucha gente que, al igual que en mi caso, trabajó toda su vida. Deberíamos tener un (piso) mínimo para un buen pasar.
Trabajé más de 30 años, pagué mis imposiciones. El Estado me descontó todos los meses una parte de mi sueldo y se supone que ese fondo debía servir para cuando yo dejara de trabajar. Hoy, un arriendo decente en Santiago no sale menos de 150 mil pesos, es de ahí para arriba. Por eso es que estoy viviendo en un albergue, que es lo más barato que pude encontrar.
¿Y antes de la Residencia, cómo lo hacía?
Yo dormía generalmente en la Posta Central o en Hospital del Salvador; en el Cerro Santa Lucía un par de veces; una vez me quedé el Parque Balmaceda que está en Providencia, entre medio de los arbustos. Por ejemplo aquí (en la Plaza Vicuña Mackenna, frente a la Biblioteca) no podría dormir porque se ve, pero si estos arbustos estuvieran un poquito más altos dormiría ahí entre medio.
¿Pero en esa tierra mojada?
Sí, muerto de frío, con la misma ropa que ando ahora. Hay mucha gente que pone cartones pero yo no, me acurrucaba así no más.
En ese ritmo de vida estuvo alrededor de un año, según contó antes, ¿cómo ve ahora a la situación de calle?
De partida no debería existir la situación de calle, menos para un adulto mayor que dio toda su vida. Hablábamos de la gente de la Casa Franklin, donde estoy ahora, ahí hay gente que tiene experiencias valiosísimas, algunos de ellos muy cultos que no deberían estar en esta situación. Pienso que la sociedad no se debiera permitir eso. Muchos de los que estamos ahí podemos y tenemos muchas cosas por hacer. No sé, yo tengo conocimientos de contabilidad, podría hacer muchas cosas.
¿Usted tiene casa?
Ya no, yo me separé y me olvidé de todo eso. Como estoy legalmente casado no puedo volver a postular.
Caminos solitarios
¿Y se apoya en su familia?
No me gusta pedirles ayuda. En cierto momento me fui alejando de mi mujer. Se podría decir que también el trago me costó el matrimonio… Ahora yo puedo pasar semanas o meses sin una copa de vino, en ese sentido mi prioridad uno es el cigarro. Yo, sin cigarro me muero.
Por ejemplo, a mis hijos, que son los dos profesionales, yo nunca los molesto. Solo de vez en cuando les he pedido alguna ayuda económica, pero me da lata, trato de no hacerlo. Cuando lo hago me ayudan, pero noto que les molesta: “Ya, otra vez es mi papá…”.
La familia piensa que uno pide para tomar, pero yo no pido plata para eso, sino para cigarros, a veces también pido para comer, y claro, de repente me he tomado mi copita de vino. Pero en ese sentido mi prioridad uno es el cigarro.
¿Sus hijos conocen su situación?
Ellos no saben lo que he pasado, es que no quiero preocuparlos. Bueno, ahora tan mal tampoco estoy. Tengo un techo. Ellos no saben que alguna vez estuve en la calle, durmiendo en un pasto o durmiendo en la posta, no tienen idea. Pero si ellos supieran que estoy durmiendo en el albergue de Franklin no creo que sería tan terrible. Y bueno, si se enteraran por esta entrevista tampoco tengo ningún rollo. No tengo nada que esconder, no tengo ningún problema.
¿Se siente poco acompañado entonces?
Sí, me siento solo. Siento que cuando uno es un “bicho raro”, en mi caso un poeta, la sociedad a uno lo aísla. Cuando digo sociedad involucro también a la misma familia. Ellos deben pensar: «esta es una persona que no produce, es un gallo medio raro, entonces hay que dejarlo de lado». A uno lo discriminan por ser ese bicho raro. En ese sentido me siento solo, pero a la vez, disfruto la soledad.
¿Le sirvió ser poeta en la calle?
Yo haría la pregunta de otra manera: ¿en los momentos en que se ha querido suicidar, es la poesía la que lo ha mantenido vivo?, así lo pondría yo. Para mí, es la poesía la que ha frenado mis impulsos suicidas. Yo lo vería por ese lado.
Desde hace mucho tiempo me ronda por la cabeza el tema del suicidio. Varias veces he estado con esa idea, pero no me he atrevido. Pienso que la gente que se suicida debe ser muy valiente. A veces he pensado en tirarme al metro o arrojarme de algún edificio, pero no he tenido los cojones. Será que para mí todavía la vida vale la pena, o será sólo que no me atrevo.
¿Pero habrá cosas que lo motiven a seguir viviendo?
A mí lo que principalmente me mantiene vivo es la poesía, mi vida es la poesía, lo ha sido desde que era joven. Para mí es más que una carrera, que una vida normal, que estar casado y con hijos. Para mí siempre fue mi norte, estaba más allá del Benito normal, el que trabaja, el que tiene hijos, el que es marido. El poeta ha ido a mi lado siempre y es el que me ha mantenido vivo.
Un viaje casi sin retorno
¿Ha tenido intentos de suicidio?
Sí. Cuando me dan estos instintos de suicidio siempre me acuerdo de esta poetisa, Alfonsina Storni, a quien la Mercedes Sosa le canta una canción que se llama Alfonsina y el mar: “En la blanda arena”…, ¿le suena? Esta poetisa se adentró en el mar y se ahogó. Ella se suicidó y de ahí salió la canción, que por cierto hizo conocida a la Mercedes Sosa. Por eso cuando me dan esos instintos pienso también en el mar.
Una vez tenía 10 lucas, compré un pasaje en bus a Quintero, en la Quinta Región, me bajé en el terminal de buses y me compré cigarros con lo que me quedó. Estoy hablando de unos dos o tres meses atrás. Me fui a la playa y me tapé con el frío que hacía, el agua llegaba solo un poco más allá.
Estaba debajo de una suerte de muelle, me puse a dormir y al rato alguien me toca: era un vagabundo que vivía en situación de calle en Quintero, este me dice: “¿hermano, hermano, tienes un cigarrito?”, me metí la mano en el bolsillo, me quedaban unos pocos y le di uno. Enseguida me insistió: “Hermano, acá te van a colgar”, y yo le digo de vuelta: «a dónde me voy, no tengo donde ir».
Sabes lo que hizo esta persona, me dijo: “Espérame un poco, yo duermo por acá, en un estacionamiento cerca”. Al rato me trajo una especie de parca y me tapó. Me pidió que me tapara bien. Todavía no amanecía.
Cuando amaneció me saqué la parca y se la dejé donde me había dicho; entre medio de las rocas. Después yo pensaba en el hecho de que por haberle convidado un cigarro, él me abrigó. Eso nunca se me va olvidar. El me salvó la vida. Mi objetivo era suicidarme, pero después de eso pensé que estaba puro hueviando. Cómo me iba a suicidar si hay personas que están peor que uno y viven, él estaba peor que yo, se notaba que estaba drogado.
¿Ha escrito al respecto?
En ese momento ni me acordé de un poema que había escrito, porque el remezón fue fuerte. El poema de «El vagabundo en la playa», lo escribí hace mucho tiempo. Ese poema fue como premonitorio.

«El vagabundo en la playa» del libro «Asentamientos», publicado en 2005
Me pasó lo mismo con el poema que escribí para la residencia, “Calderón en el Campanario”… Resulta que en el diario mural de Franklin me mostraron una foto de una persona ¿y sabe cuál era el apellido?, pues Calderón. Qué coincidencia. Yo sólo pensaba en el signo musical, pero hubo un Calderón que vivió ahí. ¿Se da cuenta los alcances de la vida?, uno escribe las cosas con un afán y sin embargo, como que la vida tiene caminos misteriosos.
La vida continúa
¿Tienes planes ?
No, en cuanto mi vida diaria, mis mayores preocupaciones, hoy en día, son: el libro y el albergue. Ojalá que el albergue continúe. Yo me vería viviendo en el albergue hasta cuando al menos mejore mi condición económica.
En lo personal yo pienso que está muy bien que -desde la Casa Franklin- nos incentiven a aspirar a algo más, a no conformarse con lo que hay. Es lo que debemos hacer todos. Debemos pensar en algo más y no echarnos a morir ahí. Echarnos a morir sería nuestra perdición.
¿Qué espera de sus libros?
Ganar plata no. Pero si ser conocido, yo soy es vanidoso con mis libros. A mí me encanta por ejemplo que usted me esté entrevistando por el hecho de ser poeta. Me encanta que se me señale como un poeta, aunque no gane un peso, tengo esa vanidad, que la gente diga, “Ah, mira, tú eres poeta», aunque no gane ningún peso.

Benito Moreno Sarmiendo junto a sus 3 libros a la fecha publicados y disponibles en la Biblioteca Nacional
¿A quién o a quiénes le escribe?
Cuando yo escribo trato que de llegar a la gente joven: cuando yo escribo me transporto a cuando era joven. En mi juventud los poetas que leía eran mis ídolos: Pablo Neruda, Gabriela Mistral, aunque en el colegio nos obligaban a leerlos. Entonces yo me transporto y trato de volver a lo mismo.
Ojalá mi poesía fuese entendida por los jóvenes, que les entregara lo que a mí me entregó. Que le llegara, sobre todo, a la gente que le gusta escribir, ojalá que mi poesía les sirviera a los que escriben y les incentive también a escribir.
¿Se me olvidó preguntarle algo?
Sí, yo quiero decir que para mí, lo más importante son mis hijos. Una de mis motivaciones es la poesía, pero más que nada, que mis hijos estén bien, yo me sentiría pagado si mis hijos son felices. Pienso que si los traje al mundo con mi señora, lo mínimo es que los hijos de uno tengan un buen pasar en esta vida.
Eso es lo único que me gustaría agregar, yo no me pienso solo: que mis hijos estén bien materialmente y yo feliz con mi poesía, es lo único que pediría agregar.
Emociona leer el testimonio del Señor Poeta Benito Sarmiento, sus palabras llenas de humildad, cierta sabiduría y sencillez calan el alma del que las lee, es esperanzador y alentador leer como él se afiata a su poesía para continuar caminando por esta vida.. Le envío un tremendo abrazo y un cordial saludo desde Talcahuano y me alegro poder ayudar aunque sea con una pizca para que personas como Don Benito puedan seguir dando sus pasos en este mundo lleno de altibajos con algo de dignidad y felicidad en su diario vivir..