Experiencia en Censo 2017 a personas en situación de calle

Antes de exponer la experiencia misma, quisiera agradecer el trabajo realizado por la Fundación Gente de la Calle. Sin ese levantamiento y conocimiento de la gente, el trabajo no hubiera sido posible con el mismo nivel de éxito. El encargado de grupo fue fundamental, y supo conducir a los voluntarios de excelente forma. Eso hizo que el grupo funcionara cohesionada y positivamente.

Intentaré expresarles por medio de esta carta, la multiplicidad de pensamientos que surgieron a partir de la experiencia de una noche con la gente en situación de calle, que además de conocer una fuerte e ignorada realidad, fue sorprendentemente muy grata e inclusive inspiradora.

Son muchos los temas que están vinculados a esta realidad, lo que lo hace realmente muy complejo de abordar, solucionar y evitar. Las variables son diversos y están insertas en nuestra sociedad, en nuestra cultura, en el modelo de desarrollo que tenemos, en los intereses individuales que optamos tener y
también en la forma de hacer ciudad en la actualidad, donde la marginalidad y exclusión es consecuencia hasta ahora innevitable.

Estos factores, entre otros más, permiten este tipo de realidades ciudadanas, siendo una posibilidad para todos los seres humanos. Hace que todos los ciudadanos seamos iguales ante las inclemencias y posibles problemáticas sociales y familiares. El sistema actual no libra a nadie de esta realidad como alternativa, aunque si beneficia bastante más a algunos y menos a otros.

Me pareció sorprendente la capacidad humana de voluntad y fuerza en esas condiciones de precariedad e insalubridad. Admirable el levantarse todos los días, cuando ya levantarse no debe ser fácil, y esforzarse por buscar hacer algo para conseguir un poco de dinero.

También llama la atención la capacidad por construir un espacio, cuidar y limpiarlo, incluso decorarlo en algunos casos. El intento por hacer hogar, más allá de hacer lo necesario por sólo pasar la noche, es tremendamente apreciable bajo esas circunstancias. Más aún sabiendo las probabilidades de desalojo y quema de sus rucos, al que están expuestos cotidianamente.

Levantarse y reconstruir a diario sus vidas es valor, coraje, valentía y también de algún modo, responsabilidad de sus vidas.

Bajo mi apreciación, de tan sólo unos minutos con ellos, todo esto no sería posible sin el apoyo y cariño entre ellos. La conexión social que demuestran; el tipo de interacciones y entendimiento entre ellos; el alto nivel de sintonía y sensibilidad mutua, son sorprendentes ejemplos de solidaridad y capital social.

Al parecer, el principal motivo que los condujo a esa forma de vida, ha sido la búsqueda de soporte social. Y a través de la convivencia a lo largo del tiempo es que han logrado formar lazos y desarrollar confianza para restaurarse colectivamente.

Esto, en lo personal, emociona. El convencimiento que todos tienen una perspectiva válida, donde todos tienen valor y son dignos de ser escuchados, posiblemente haya sido la misma herramienta que carecieron en su pasado, pero a pesar de eso, lograron conformar y hacer valer ese respeto y derecho humano, lo que sin duda les ayuda para poder efectivamente sobrevivir.

Con esto, no niego los demás problemas humanos y de relaciones que también sufren y nos relataron, pero destaca por sobre todo, el valor que le otorgan a las relaciones sociales y comunitarias. Un ejemplo para muchos de los demás habitantes que vivimos y trabajamos cómodamente en la ciudad.

¡Cuánta falta de responsabilidad y criterio tenemos por mantenernos distantes y voluntariamente ciegos ante estas crudas realidades!

¡Cuánta desconexión con la realidad demostramos tener al pensar que como sociedad no incidimos en este tipo de condiciones humanas!

Si como país no hacemos frente a esta realidad, haciéndonos cargo del tipo de vida y de los grados de prevención al respecto, este hecho nos seguirá afectando en nuestra cultura social y en nuestra posibilidad efectiva de desarrollarnos sustentablemente como país.

Los problemas de salud mental, salud física, salud emocional, higiene, alimentación, habitabilidad, basura, infecciones, entre otros, aunque ellos lo vivan y experimenten directamente a diario, es un problema social y medioambiental no tan sólo local, si no que también regional y hasta global. Las
constantes quemas, en búsqueda de calor, y los basurales, que se perpetúan en sus entornos, son problemas de origen múltiple y con consecuencias a distintas escalas.

Los problemas laborales, de inestabilidad y precariedad, donde la supervivencia y las adicciones son una constante debilidad y amenaza, tanto para ellos como para la percepción de seguridad de los demás, también son problemas con consecuencias para toda la sociedad.

Dicho esto, surgen muchos cuestionamientos: ¿Cómo ayudarlos a que salgan de esa realidad, sin tan sólo desplazarlos hacia otro lugar? ¿Cómo les afectaría ese cambio? ¿Cómo podrían insertarse en la sociedad nuevamente? ¿Desean y se imaginan realmente cómo puede ser eso? ¿Qué tipo de apoyo necesitan realmente para conseguir sus anhelos? ¿Cómo se relacionan con sus familiares e hijos? ¿Cómo se desarrollan esos lazos familiares? ¿De qué forma se replican o evitan estas realidades? ¿Cuáles son sus potencialidades humanas y cómo las podrían desarrollar? ¿Qué tipo de trabajo los podría dignificar, enseñar, motivar, desafiar y hacer feliz? ¿Cómo es que sería la mejor forma para que vuelvan a ser vistos, escuchados, valorados y aceptados como seres humanos, al igual que los demás?

Sin duda es un trabajo y proceso que debemos construir entre todos, donde las políticas públicas multisectoriales son clave, pero la aceptación sin juicio de la ciudadanía es también fundamental. Es necesario una educación, y un trabajo comunitario comunal y de país, para que exista una conciencia de inclusión ciudadana.

Entre todos debemos acogerlos en nuestras comunas, pero con soluciones reales de corto, mediano y largo plazo. Ya no se puede seguir pensando que es factible deshacerse de problemas tan sólo por no verlos más; como tampoco es factible hipócritamente seguir desplazándolos hacia otras zonas para que otros solucionen lo que nosotros no queremos.

Las relaciones de apoyo, comprensión, motivación y cariño los dignifica, al igual que al resto de los seres humanos, y probablemente ese mismo valor social que han construido sea el potencial que les otorgue las posibilidades de cambio, pero con la ayuda de toda la sociedad.

* La autora de la carta, Daniela Larrea, fue voluntaria del Censso 2017 para personas que viven en las orillas de las autopistas de la Región Metropolitana.

  • Ver especial del Censo 2017 en calle pinchando sobre la imagen:

Ver especial del Censo 2017 pinchando sobre la imagen

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