Gabriela Rubilar, académica Universidad de Chile: “Hemos adoptado un modelo de desarrollo que genera exclusión”

La especialista en trabajo social opina sobre la necesidad de repensar la Intervención Social en calle en un contexto de vulneración sistemática de derechos humanos. Opiniones entregadas en el marco de la alianza de colaboración entre la Fundación Gente de la Calle y el Núcleo de Innovaciones Efectivas en políticas Públicas de la Carrera de Trabajo Social de la  Universidad de Chile

Registros UC

Desde el presente año la Fundación Gente de la Calle y la carrera de Trabajo Social de la Universidad de Chile vienen colaborando para generar un “Modelo de Innovación e Incidencia Política para la Erradicación de la Situación de Calle”. Este modelo tiene como objetivo, según detalló Gabriela Rubilar, “remirar los procesos de intervención social que se tienen con las personas en situación de calle”.

Las cifras oficiales del Registro Social Calle, a julio de 2018, arrojan que la población chilena en calle ha aumentado, y que hoy son 12.762 personas las que sufren esta realidad. Sin embargo, algunas instituciones de la sociedad civil han cuestionado estas cifras.

La Fundación Gente de la Calle ha dicho que a falta de un catastro especializado en la materia no se puede tener certeza de un número confiable. No obstante, en línea con algunos portavoces de la sociedad civil se ha hablado de 15 mil y hasta 20 mil personas en calle.

Incertidumbres sobre el número y estado actual de esta población, se condicen con la demanda de la sociedad civil por mejorar los instrumentos y políticas sociales orientadas a personas en situación de calle. Hay presupuesto público destinado a ello, pero el número de personas en calle parece que solo aumenta. Entonces, ¿se está haciendo lo que se tiene que hacer? ¿Se está atacando el problema desde su raíz? ¿los dispositivos de atención cumplen con algo más que prestar ayuda de sobrevivencia?

En su calidad de académica experta en intervención social, Gabriela Rubilar da luces respecto a cómo el fenómeno social de la pobreza y la pobreza extrema cruzaría problemas estructurales del modelo de desarrollo que tiene el país. La extrema desigualdad chilena se inscribe entonces como telón de fondo en los debates de situación de calle y la construcción de estrategias para su erradicación.

Gabriela Rubilar es asistente social de la Universidad Católica y cuenta con un Doctorado en Metodología de Investigación, y un Doctorado en Ciencias Humanas y Sociales. Además, es Magíster en Gestión y Políticas Públicas de la Universidad de Chile. En su carrera académica, ha desarrollado investigaciones ligadas a políticas públicas dirigidas a grupos vulnerados, analizando la protección social en el país y sus formas de intervención, así como sus posibilidades y desafíos desde la óptica del trabajo social y los derechos humanos.

Vulnerabilidad y exclusión en Chile

Partamos hablando de exclusión social en el país. Parece que Chile se ensaña con sus pobres. ¿Comparte esa visión?

Sí, claro. Chile es uno de los países más desiguales de Latinoamérica. Los últimos resultados de la encuesta CASEN 2017 refrendan eso, pero también es uno de los países más excluyentes. Lo es, sobre todo, con aquellos que no se ajustan a los ideario que tenemos, o porque son demasiado pobres, o porque son demasiado viejos, o porque son demasiado negros.

Lo quiero decir  así porque el problema tampoco son los extranjeros, sino aquellos que en algún modo “suponen” una tensión con un modelo de desarrollo, donde nos hemos autoconvencido que este es un país blanco, joven, desarrollado y emprendedor. Cualquiera que no se ajuste a este modelo la tiene difícil.

¿Quiénes la tienen más difícil?

Si es mujer la tiene difícil, si es hombre y blanco, pero no es tan emprendedor y sobre todo se nota que le cuesta, la tiene difícil. Si tiene una pertenencia étnica no solo la tiene difícil… Si además tienen condición de clase socio-económica baja, que lo sitúa como alguien “responsable” aun con su situación de pobreza histórica, no solo la tiene difícil.

Nuestro modelo de desarrollo genera exclusión, eso lo dice Bauman, no lo digo yo. Esa es la metáfora de la producción industrial. El modelo de desarrollo que nosotros hemos adoptado es un modelo que genera exclusión, la exclusión es uno de sus productos. No es un efecto no deseado, es uno de sus productos.

Se acusa que hay intervenciones sociales que también excluyen

Bueno porque son selectivas, eso es lo más importante, porque las intervenciones en Chile tienen un modelo focalizado, y al tenerlo así dejan que unos entren mientras que otros quedan afuera.

Miremos un ejemplo fuera de la situación de calle: el programa PACE es una de las muchas vías de ingreso que existen para la educación superior, pero el PACE tiene un 15% de cupo. Este programa trabaja con todos los chiquillos de un liceo pero solo una cuota más “meritoria o destacada” va a entrar por esa vía. Entonces ahí tenemos una dinámica de inclusión/exclusión al mismo tiempo. Generamos una promesa de inclusión, le abrimos el sueño de la educación superior a unos chiquillos de 17 o 18 años, pero luego no hay cupos para todos.

Estoy diciendo con esto que tenemos que tener cupos para todos, pues no. Con esto estoy diciendo que tenemos que pensar también en otras formas para que nuestra promesa de inclusión no sea excluyente siempre por las mismas categorías.

¿Fuera de la focalización?

Tal vez incluso fuera de la focalización. Entonces la discusión sobre políticas sociales universales y focalizadas es clave.

Tradición asistencial

En relación a la intervención social en calle, ¿qué tanto prima el enfoque asistencial por sobre otros enfoques de intervención?

Si bien he escrito algunas cosas respecto a la situación de calle no me considero experta en el tema. No obstante, yo siempre he mirado los programas y dispositivos de asistencia o intervención en lo social, y desde esa lógica, se observa que el trabajo en situación de calle siempre ha tenido una larga tradición muy vinculada a la asistencia.

Quiero ser clara en que no se está negando la importancia de la asistencia. Estoy convencida de que hay organizaciones, fundaciones y voluntariados que lo hacen súper bien en asistencia, pero que tal vez no es tarea de la Fundación hacer más de lo mismo.

No me atrevería a decir que el enfoque asistencial es una práctica generalizada, pero obviamente nosotros tenemos muchos programas sociales en Chile que funcionan con la modalidad de transferencias condicionadas.

El Programa Calle (que es la oferta pública que hoy existe para intervenir a esta población) es un programa de ese tipo. Es un sistema de protección social que ha definido que la transferencia condicionada es el mecanismo a seguir. Esto no es una realidad solo de Chile sino que de Latinoamérica.

¿Y qué cabe reflexionar en que se gestione un beneficio a partir del compromiso de los sujetos?

Eso está muy vinculado a los modelos de intervención por escalera, que entiende primero que la persona que está en la calle tiene que seguir una serie de disposiciones que van a permitir, al final de un largo proceso, que la situación de calle sea “superada”.

Creo que al entenderlo de esa forma ya hay una primera dificultad. Este esquema, condicionado, plantea que los sujetos tienen que hacer ciertas cosas para demostrar que efectivamente han valido en él. Lo que se hace con ello, en principio, es poner el problema en el sujeto: él es el que tiene que “superar” su situación de calle.

Lo que nosotros estamos intentando evaluar esta vez, es que la situación de calle es un problema más estructural de la sociedad, no es una solamente una situación que responde a un sujeto individual. De hecho, pensarlo así sigue generando una dinámica que expulsa y orilla. Vamos a decir que no siempre excluye a los mismos, pero hay recurrencia, y a ellos se les responsabiliza individualmente de su situación.

En eso confluyen con la Fundación, en que debe haber una responsabilización de la sociedad en su conjunto.

Nosotros pensamos que muchos de los problemas que tienen las personas en situación de calle no son atribuibles a ellos mismos, sino que efectivamente hay responsabilidades institucionales de otros, que hay marcos de derecho y exigencias jurídicas que deben hacerse valer. Entonces, el Modelo que pensamos le devuelve la responsabilidad de la intervención a otros actores.

Redefinir críticamente los roles

Hablamos de revisar el rol de responsabilidad que tienen los diferentes actores que lidian con el problema en los territorios

Claro, ahí nosotros introducimos una idea interesante bajo el concepto de “falla”. ¿Qué está fallando? ¿Fallan los sujetos que no se adaptan? O ¿están fallando los mecanismos y políticas de intervención que no están haciendo lo que dicen que van a hacer?

Si no (reviso eso en mi práctica), entonces yo administro pobres. Lo quiero decir así, porque los temas de situación de pobreza son temas bien estudiados, y en Chile, además, hay muchos investigadores e investigaciones que han dado cuenta de ello: que lo que uno hace es administrar bien la pobreza.

Esto permite que admitamos cosas aberrantes: “que ojalá no se muera mucha gente en la calle”, “que ojalá en invierno no amanezcamos con muertos todas las mañanas”. Con eso en mente se dispone de ciertos servicios que son necesarios, pero que en el fondo no están abordando la problemática de la situación de calle, sino que están administrando estas condiciones.

En relación a eso, ¿cuál es la actitud de la academia?

Nosotros queremos que eso cambie y para eso hemos decidido trabajar junto con la Fundación. Desde la alianza con el Programa Vía Solidaria no podemos poner, por ejemplo, la Vivienda Primero (como lo hacen otras metodologías internacionales de intervención social en situación de calle), porque obviamente no tenemos en este momento institucionalidad ni política, ni económica, que nos permita hacer eso.

Pero en el fondo estamos convencidos que en la lógica de calle hay que hacer un tratamiento de los sujetos y de sus situaciones de un modo distinto.

Bajo el trabajo con la Fundación, por ejemplo, hicimos algo bien controversial que fue, en el caso del trabajo con las autopistas (Vías Chile), hablar del tratamiento que le daba la empresa a sus residuos. Estoy hablando de la mucha basura que se genera en las vías.

En ese proceso de debatir de la basura hablamos de las personas que están orilladas en las autopistas y que a veces son tratadas como basura, y que, de algún modo, la autopista saca de sus límites y los deja del otro lado de la valla. Luego los municipios los administran con Programas Calle que son fundamentalmente modalidades de hospederías asistenciales.

(…) entonces (con los diversos actores: fundación, municipalidad, inspección fiscal y autopistas) nos hicimos dos preguntas que son claves: ¿quién llegó primero, las autopistas o las personas? y ¿es la autopista un lugar para vivir?. ¡Claramente no!, pero si un sujeto en nuestra sociedad termina viviendo en la autopista es que la sociedad no le ofrece nada más interesante que eso. Luego continuamos preguntándonos: ¿qué nos pasó como sociedad para hacer de la autopista, que es uno de los lugares más inhóspitos, un lugar para vivir?

(…) Con autopistas, lo que se definió como puerta de entrada es que se iban a trabajar algunos casos en la línea de responsabilidad social empresarial. Pero ellos y la Fundación sabían que era una relación que iba a modificar su forma de entender el fenómeno de situación de calle en las vías. Entonces ahí hay un primer involucramiento de los actores que tiene ver con entrar, a través de un modelo, por ejemplo, de responsabilidad social y terminar haciendo un modelo de alteración más radical también de las propias concepciones que los actores tienen con estos temas.

Entiendo que en la Universidad trabajan con otros temas de vulneración de derechos.

Estamos trabajando con el PACE, con los chiquillos de educación técnico profesional y con el FONDEF (Fondo de Fomento al Desarrollo Científico y Tecnológico) de nuestro Núcleo de Intervención Efectiva y Política Públicas con los niños custodiados por el Estado a través del SENAME. Alguien diría que es en “los lugares donde tú no quieres estar”.

Si tú estás en un liceo técnico profesional esperando un cupo para la universidad, ese es un lugar donde los chiquillos la tienen difícil. Nosotros hacemos historias narrativas biográficas de estos jóvenes desde los 17 años.

Ajustes prácticos de la intervención

¿En qué punto las instituciones pueden actualizar su trabajo social en situación de pobreza extrema? Pensando en las instituciones del Estado y las ONG que trabajan el tema.

Voy a hablar de efectividad de las políticas públicas. Éstas, habitualmente fallan. Lo dice la literatura de forma constante y está evaluado. Las políticas y programas sociales en los que nosotros trabajamos en calle son parte de estas políticas públicas, por lo tanto también fallan. Que fallen no debería ser algo ni tan sorprendente ni tan inhabitual, pero para saber en qué fallan y cómo fallan, primero tenemos que preguntarle a quienes implementan las políticas.

En general los modelos que tenemos en Chile están cruzados por aspectos de descentralización, de focalización, y de privatización de algunos componentes de la intervención social. En ese contexto, las personas que implementan las políticas existentes no siempre tienen la facultad de dialogar sobre los procesos de implementación, ni sugerir mejoras para que esas políticas funcionen eficazmente.

Por otro lado, acá el ajuste es visto como truco, como una triquiñuela, como algo fuera de la norma. En general, las políticas sociales debieran tener la capacidad de flexibilizar componentes de su intervención, de tal forma que los equipos locales puedan hacer todos los ajustes necesarios.

Hay que pensar, además, en términos de una coordinación que mejore la efectividad de las políticas, ésta supone mostrar primero cómo lo estamos haciendo y, segundo, cómo lo estamos ajustando.

¿Y hoy no se hace nada de eso?

Se hace, pero se hace con diseños muy estructurados, entonces siempre el ajuste es resistido y es visto siempre como anomalía. Esto supone que el sistema está clausurado y que no hay espacio para la innovación. Muchas veces se necesita adaptar lo que hago en ciertos contextos y eso no significa lo voy a hacer mal, significa que lo voy a hacer de forma distinta.

Nuevamente, ¿si no se hacen esos ajustes, acentuamos el problema?

Claro que sí, de hecho nuestro mayor problema en la intervención social es que no siempre logra los resultados que se propone e, incluso, a veces logra resultados opuestos. Quizás lo más importante es que en los programas sociales es clave llegar a tiempo. Lamentablemente siempre llegamos tarde y se dan casos en que la gente dice “oh, ya no me sirve”, “ya no lo necesito, pero es tan simpática la señorita y se ha jugado tanto por mí. Cómo no voy a aceptar esto que me ofrece”. Pero eso que ofrece está desajustado.

Modelo de intervención heredado

¿Para mejorar los modelos de intervención social que hoy tenemos habrá que apelar a la normativa jurídica internacional de derechos humanos?

La convención dice que como Chile la firmó entonces la tenemos que respetar, yo estoy de acuerdo, pero todavía no podemos garantizar los derechos… A ver, quiero decir que Chile ha avanzado.

Nuestro país ha sido una sociedad que ha tenido dificultades, que tuvo un momento político muy doloroso. Se están cumpliendo 45 años del Golpe de Estado Cívico Militar y los efectos de la dictadura se viven hasta hoy, porque generó un modelo de intervención que nosotros hemos naturalizado. Hay cosas que salieron de ahí que nos parecen súper normales, pero que no lo son tanto en otros lugares.

Nos parece súper normal, por ejemplo, endeudarnos por una vivienda a cuarenta años; pagar por educación superior; que haya gente en la calle; que hayan niños pidiendo plata en las esquinas y no estén jugando. Ni siquiera voy a decir que no estén en las escuelas, que no estén jugando. Nos parece súper normal pagar por circular en la vía pública; que el sistema de transporte no sea bueno; que la primera expectativa de un joven emprendedor que fue a la universidad sea comprarse un auto. Eso no es tan normal en otros países.

En ese esquema obviamente las personas en situación de calle, los jóvenes de los liceos vulnerables, los niños que están en las instituciones como el SENAME son sujetos de especial atención, y no solo porque están ahí, sino porque nosotros hemos generado las condiciones para que estén ahí.

Eso a mí no me deja tranquila, no solo porque se pueden morir, sino porque además podríamos vivir nuestra vida sin verlos nunca. Hoy día se tienen que morir los niños, tiene que aparecer un caballero o una señora muerta en la mañana para que nos acordemos que hay gente que vive en situación de calle. Ahora que viene el verano se nos va a olvidar.

Se anunció que viene la Mesa Nacional Calle y con ello un catastro de niños en esa situación. Hemos generado un país con muchos niños en situación de calle.

Ese es un tema que no deja de intranquilizarme, pero no es una inquietud individual. Vuelvo a insistir. Esto no es un problema de que a alguien le preocupe la situación de calle, que tú te sensibilices con los niños del SENAME, que tú te conmuevas con la biografía de los jóvenes de 17 años que estudian en la educación técnico profesional. Lo que necesitamos es un movimiento más radical que intervenga no solo para que eso no vuelva a ocurrir, sino que para que pensemos en otro modo de hacer sociedad, y eso sí que es innovador.

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