Noche Digna ¿vida digna?

Noche Digna es un programa diseñado y ejecutado por la autoridad y parte de la sociedad el cual se orienta a dar “alojamiento temporal” y “servicios básicos” destinados a la “protección y superación de la vida de las personas en situación de calle”. Plan Invierno es su primer componente y los propósitos son, en líneas generales: disminuir la tasa de mortalidad, riesgo, deterioros en la salud, acompañamiento y asistencia a las PSC, entre otros.

Se circunscriben a una realidad compleja porque el trabajo apunta a los más pobres entre los pobres. Todo lo que de esta iniciativa se ejecute es en sí una ayuda importante que sin duda alivia la difícil coyuntura de hombres, mujeres, adultos mayores y niños que viven en la calle. Entregar alimento, una taza de leche caliente, una cama en la cual poder dormir con cierta comodidad es un momento de bienestar en la realidad de compatriotas expuestos a los vaivenes de vivir a la intemperie, pero ¿podemos como ciudadanía conformarnos con este ocasional acto solidario y de la manera como se ejecuta?

Los tiempos que corren nos indican un preocupante distanciamiento de la sociedad con aquellas personas en manifiesto abandono, olvidando que, por el hecho de ser parte del Estado, son sujetos de derechos, como todos los nacidos en esta tierra. Se nos muestran como parte del paisaje, como una pieza más dentro de la construcción social de la realidad, sin siquiera preguntarse el porqué seres humanos deben lidiar en esa precariedad absoluta. Es en esta descripción, y no otra, donde se desenvuelven los planes de asistencia del Estado.

En la administración de estos programas se observen comportamientos que caen en el cortoplacismo, y eso preocupa. Si de brindar asistencia temporal se trata, tanto Noche Digna como otros proyectos, cumplen, pero la ejecución y sus resultados requieren de otra mirada. Al ser planes sociales que se enfocan en los más vulnerados del país, estas iniciativas tienden a caer en la caridad, por lo tanto, la falta de prolijidad en la instalación como en el transcurso, es evidente. Las complejidades no son tratadas de acuerdo a casos particulares objetivos. No se hace la necesaria reflexión de, que si las PSC por el hecho de provenir de un ambiente donde la justicia social no existe, poseen un historial que no es tomado en cuenta. Existen problemas de alcoholismo lo que infiere una salud deteriorada y problemas socioculturales severos. Otros padecen esquizofrenia, lo que genera en un grupo cerrado conflictos con otras personas. Al no medir este tipo de complicaciones reales, y otras como la relación de familia entre persona y mascota, Noche Digna sólo cumple con una parte de la tarea.

Entendiendo que se trabaja con realidades complejas, ¿cuentan estas campañas con personal capacitado e idóneo para emprender una tarea que requiere por sobre todo entendimiento, comprensión y buen trato? No se duda de la buena intención de querer ayudar por parte de interesados en esta acción solidaria, pero es importante establecer requisitos que no pueden soslayarse a la hora de armar equipos. Comprender que tratamos con seres humanos, que el fin es entregar una ayuda lo más integral posible, los planes de invierno no pueden quedar restringidos solamente a la buena voluntad de ayudar. Necesariamente tiene que ir acompañado por incorporar gente capacitada desde lo profesional. Carecer de aquello es promover conflictos en los dispositivos, porque se mira el contacto con la PSC desde la caridad, no como trabajo global. El trato es distante. Se establecen relaciones poco amistosas con la persona asistida lo que da como resultado que algunos no vuelvan a usar los recintos. La misma crítica se puede hacer de los albergues, que están diseñados para recibir a PSC, no a sujetos de derechos. La diferencia es tan sutil como grotesca. En la misma línea, los programas de invierno en algún momento tienen que cuestionarse si para optar a ellos deben basarse en la voluntad de la PSC: “no podemos obligar a concurrir a un albergue” dice un ejecutivo de ‘Fono Calle’. ¿Se puede dejar en esa situación límite a una persona o grupo humano y tanto la sociedad como la autoridad aceptarla no más? Quien vive en la extrema pobreza, carente de todo ¿tiene la facultad de decidir si accede o no a una ayuda momentánea o definitiva si su presente es la materialización de la negación de derechos? Ninguna idea encaminada a la superación de problemas agudos como la extrema pobreza puede basarse en la voluntariedad del o los sujetos en cuestión. Al ser opcional ¿se podrán obtener resultados que proyecten modificaciones mínimas siquiera? Si bien es cierto quien llega a la calle no lo hace por elección, una vez en ella nacen los lazos que la hacen su hogar. Es ahí donde las políticas tienen que modificar sus objetivos. La reinserción debe necesariamente pasar por transformar realidades y aquella transformación, en un primer paso, se sustenta en la capacidad de argumentar, a la persona como a la comunidad, que la vida en ese estado vulnera todos sus derechos, su dignidad individual como colectiva –existiendo normativa que lo ampara– transitando desde la persuasión a una ‘coerción solidaria’ a la par con la legislación plasmada en acciones concretas, dejando de lado los eufemismos de la voluntariedad.

En otro punto, cabe mencionar que en el presupuesto de la nación para el año que corre, se contempló en el ítem ‘pobreza’, y del cual Noche Digna es pilar importante, un presupuesto de $ 13.504.939.000. En nuestro país impera el sistema de financiar la oferta: el Estado de manera directa o indirecta financia la totalidad o una parte de ‘proyectos’ en todas las áreas sociales. Un modelo confuso que involucra a distintos actores en la administración de necesidades país: salud, educación, vivienda, pensiones, obras públicas, etcétera. Ese sistema lo encontramos en los planes estatales hacia las PSC. Si en la educación, por ejemplo, la oferta es subsidiar un proyecto educacional x, el gobierno apoya económicamente ese proyecto. ¿Cuál sería la ‘oferta’ en el trabajo con los más vulnerables? subsidiar iniciativas que mitiguen esa realidad. En el año 2011 los estudiantes se organizaron y salieron a la calle para protestar, entre otros temas, por este tipo de políticas porque parte de los recursos destinados a educación se dirigían a otros fines. ¿Se puede vislumbrar un escenario similar al educacional en los programas de ayuda si el ideario es el mismo? No se precisa de datos ni hechos, pero, si en algo tan expuesto como la educación se evaden todos los controles de probidad, se elude a la propia ley, en instancias donde se trabaja con los más vulnerados del país, cómo se controlan posibles situaciones que atenten en contra del buen desarrollo e implementación de dichos objetivos. Mencionar este punto en el que se entrelazan ingentes recursos y la administración de éstos, no es hacer una denuncia, sino poner las alertas requeridas para que hechos que ocurren en otras áreas del país no vean la ‘oportunidad’ en las políticas públicas que intentan erradicar, o por lo menos mitigar, la carencia extrema.

Noche Digna necesita una etapa superior que apunte a la vida digna, desarrollando normativas que sobrepasen el margen del asistencialismo temporal por la reinserción efectiva, y eso sólo se llevará a cabo reorientando parte significativa de los programas sociales, quizás el nudo gordiano a desatar en la realidad de las PSC.